El primer salto fue para pagarme la carrera.
Mientras otros tenían un camino despejado, yo tuve que vender postres y hacer rifas para pagar cada semestre. Fueron noches largas, deudas que se acumulaban y la sensación de que cada paso hacia adelante costaba el doble.
Pero seguí adelante. Me gradué.
Entonces conseguí el trabajo "seguro". Ese que se supone que todos quieren, con un sueldo fijo al mes.
Pero pronto entendí la verdad: la seguridad a veces es una jaula.
Mi día a día era monótono, sentía que mis capacidades estaban encerradas. Pero por las noches, la cosa era distinta. Empecé a construir mi propio proyecto, asesorando a otros emprendedores valientes.
Ahí sentía la adrenalina. La satisfacción. La vida.
Y entonces llegó el segundo salto.
La empresa exigió volver a la oficina. Me pusieron contra la pared. Me dieron a elegir: la seguridad de su jaula o la libertad incierta de mi propia lucha.
Elegí la libertad.
Fue en ese momento cuando decidí que esa lucha, esa visión, tenía un nombre: Avaccount.
Y justo ahí, cuando más segura estaba de mi decisión, fue cuando mi entorno me dijo que estaba loca.
Escuché las mismas preguntas una y otra vez:
"¿Y con qué vas a pagar el arriendo?". "¿Estás segura? No tienes ahorros." "¿Vas a dejar un trabajo estable por una fantasía?".
Ese fue mi mayor obstáculo. No fue el dinero. Fue la duda.
El miedo inyectado por las personas que te quieren, pero que nunca se han arriesgado a nada. La sensación de estar sola contra el mundo.